15 dic 2011

It

9 comentarios:

Benjamin Franklin y su pensamiento cibernético dijo...

U 2 !!!

pau dijo...

Uh!

Umberto Equeco dijo...

El elemento fotografiado representa un invento argentino.
La gran cantidad de elementos como el aviesamente identificado por el fotógrafo, presentes en las líneas de alambre de púa, viene a dar cuenta de la gran influencia cultural de este invento del joven país austral.
Representa en esencia, la impronta aguerrida del gaucho que con tal señal amenazaba al ganado si este decidía intentar de toparse con la defensa de alambre empuádo que valla los potreros en los que está confinado.

Luego por extensión, y con el maridaje de negocios vacunos y la industria frigorífica, el idioma inglés, tomó la expresión denotada subliminalmente con esos pequeños retorcimientos de alambre o zinc, para aplicar a las veleidades de la comunicación, remedando al invento argento con los dedos de la mano con el anular en posición estratégica.

Siempre es interesante ver la tradición a través de la cual nos llegan los usos comunicacionales que permean nuestras interacciones. Pudiendo captar de este modo, el carácter vivo de la lengua, la semiosis, y la comunicación.

El ortógrafo dijo...

Umberto, tienes un error ortosemiológico en tu apreciación.
El remedo de los retorcimientos del alambre que tomó la cultura anglo de la matriz criolla en que se gestó su antecedente, no se hace con el dedo anular, sino con el dedo mayor.
Una vez un groseracho me dijo que los errores de ortografía, son una kga...píp!, Jí!

Pau dijo...

(un ortosemiológico aplauso:)

Clap, Clap, Clap, Clap...

AL GORitmo dijo...

Se cree que el perro sigue a su dueño porque lleva una correa.
Eso es falso, por cuanto la correa no es más que, para el perro, el vínculo físico y palpable de la relación abstracta que establece con su amo. Aquella que simpáticamente nos mostrara Gregory: “¡Dependencia, dependencia, dependencia!”.
La correa, entonces, no es más que un signo de esa pauta abstracta de una relación.

A este ejemplo, a propósito, lo usé hace unas semanas ante un auditorio inglés, con lo que una señora de mofletes rosados que rondaba la octava década reaccionó un tanto indignada -si bien era algo simpática su indignación- diciendo que su pequeño pichicho permanentemente le tironeaba cuando lo sacaba a pasear por Hyde Park, y que si fuera tan abstracta la relación y hubiera “tanta biosemiótica” -con un tono tan ampulosamente burlón que llegó a ridiculizarla tiernamente- ¡ella no requeriría hacer tanta y tan concreta fuerza física para que el pequeño siervo accediera a su voluntad!
Fue también un momento de insight, esta vez en el seno de mi conferencia, por cuanto la co-evolución con el auditorio, en el ida y vuelta de esa disertación, permitió cosechar un momento no sólo de honda emotividad, sino de fructuoso reconocimiento de la pauta que estaba aspirando a mostrar. Para mostrar lo cual le presenté cierta resistencia a la señora, a fin, confieso, de que aumentara la escalada de su compromiso con el tema. Le decía yo que a veces “los cachorritos hacen esas cosas...”, y me decía que el suyo no era un cachorrito, le decía yo que “tal vez ya no cuente con las fuerzas para contener a su pequeño mastín”, le espetaba yo con una sonrisa condescendiente y me contestaba que no, que ella sería mayor, pero que a la fuerza no la había perdido, y así le decía y me contestaba ..., pero logré con esto que la señora aumentara la fuerza de su postura.
Su cara sonrosada pasó a estar roja y su inicial voz imperceptiblemente aguda, llegó a parecerse a una sirena anunciando catástrofe. Llegado entonces al culmen que con mis objeciones venía pergeñando, le dije a la señora para terminar de producir el efecto deseado:

Señora, hace unos diez minutos que está usted forcejeando conmigo para convencerme de que su pichicho no atiende a cuestiones ni semióticas ni comunicacionales en la interacción que mantiene con usted ... (la señora, sabia al fin porque pareció ver que se venía algo sustancioso. se fue callando hasta llegar a una mirada de estupor...)
Pero podemos ver, usted lo puede ver, aún lo puede sentir, lo está sintiendo, que la comunicación muchas veces también está transida por lo mismo de lo que usted acusa a su puppy
It´s NOT(ch) a puppy!, repitió, con su acento bien inglés.
Bien, no puppy, de lo que usted acusa a su perrito entonces.
Quiero que empiece a ver, señora, y propongo que empecemos a ver, que sólo en el seno de la emoción podemos establecer relaciones sólidas, aún cuando pueda existir a veces cierto riesgo, de perder, por exceso de emocionalidad, la relación que podría haber sido y cuyo fortalecimiento se quiso: “en el amor y en la guerra todo está permitido”, dice el saber popular. ¡Dios nos libre de tales vaivenes!
El lenguaje de los animales se mueve en un mayor grado de abstracción que nuestro lenguaje verbal, pese a que éste nos permite crear un mundo humano que les es ajeno.


Y a continuación, dando una amplia mirada al resto del auditorio, continué, destacando un fundamento común:
“Lo que interesa a los mamíferos, y nosotros y los perros, y los caballos y demás, lo somos, son las pautas de relación que establecen respectivamente con otros. La situación en que se encuentra en lo que respecta al amor, el odio, el respecto, la dependencia, la confianza y otras abstracciones semejantes relacionadas con algún otro.

AL GORitmo dijo...

Volví entonces a dirigirme a la señora:
Cuando a determinada hora su perro se acerca a usted y emite algunos sonidos y hace algunas miradas, usted puede adivinar que quiere comida, o agua. Pero eso forma parte de una pauta bastante abstracta de una relación, que en términos verbales podría traducirse como: “Dependencia, dependencia, dependencia”, y a partir de eso que le dice, él espera que usted cumpla con su parte definiendo cómo hacerse cargo usted de la dependencia que él tiene con usted.”
La señora empezó a captar el punto, y su rubor fue convirtiéndose en una relajación confiada.

Y así, los pequeños o aún grandes forcejeos que le opone su animalito no son más que el grito que le dirige diciéndole que quiere su compromiso, su involucramiento, y no sólo su atención, una atención seguramente –y a esto lo captan los animalitos, y predigo que es su caso- contagiada por nuestra enfermedad antiecológica por el control.
Por eso, señora, cuando él forcejea con usted, simplemente busca reforzar la relación, y predigo que intentando hacer que usted observe algo que se le está escapando de la situación. Algo que usted sabe qué es cuando hace sus sonidos junto a la nevera, pero que tal vez ignora cuando están paseando...


Oh...! my sweet doggy..., I´m so sorry...

Dijo la hermosa anciana con ojos dulces.

Bueno, ahora me tengo que ir, que se está incendiando un iceberg y vamos a apagarlo..., Bye!

AL GORitmo dijo...

Vuelvo para un copy/paste porque, caracoles, no salió la primera parte... (tras la cual conté el caso de la conferencia aquella y de la señora aquella)

La anotación de Umberto es cierta y ubicua.
Extiendo un poco lo que de ella se deriva, para introducirte luego en el tema que me trae a comentar en este espacio artístico y respetuoso de la naturaleza.

Las líneas de alambres de púas atravesadas de ese texto icónico retratado certeramente en la foto, y que suscintamente explica Umberto, hacen las veces de un gran, un enorme texto, un hipertexto pudiéramos decir -piénsese que los alambres de púas son “líneas y líneas” de alambre- en el cual lo sustantivo y principal son esos regulares, perseverantes y pertinaces retorcimientos de alambre. Los cuales tienen por objeto la función reseñada por Equeco.

Queda fuera de toda duda la eficacia del invento.
Con esto introduzco en tu blog, Paul, para conocimiento de sus internautas, de una disciplina, crecientemente fértil y que acompaña y a la que a la vez acompaño en mi marcha ecologista, que ha dado en llamarse biosemiótica. Sus primeros pininos los dió en la década del cincuenta, y en los últimos treinta años fue cobrando un impulso crecientemente rico y pródigo en descubrimientos, marcos de acción, proyectos, y resultados.

La disciplina se enfoca en deslindar el aspecto semiótico que influencia a los animales -y en cierta medida se están viendo instancias de aplicación de esta comprensión al universo vegetal-, así como el aspecto semiótico de la influencia en los animales de “cosas” que siempre se supuso que estaban sustentadas por meras “fuerzas e impactos”, o mera fuerza. Así, la influencia en los seres vivos, de las “formas” que los rodean, la influencia semiótica de sus regularidades interactivas, de sus hábitos de vida.
En este caso el alambre empuado, esos retorcimientos, son un caso las tales “formas” que producen su influencia apuntada con agudeza por Umberto.

Tú sabes de mis preocupaciones ecologistas, y ha sido gracias a un reciente colaborador mío, que he podido constatar que esta joven ciencia de la biosemiótica es un potente instrumento para rearmonizar, sin las intromisiones despóticas que hemos hecho hasta ahora, las relaciones intrínsecas de la naturaleza -de la cual, como bien dice el Maestro del blog, somos “parte”- introduciendo en ella una amplia panoplia de mecanismos de influencia que neutralicen la multisecular costumbre que hemos desarrollado para degradar el entorno, tal como he dejado registrado en la movie que al efecto de concientización hace unos años hiciera. ¿Mecanismos de influencia, no serán invasivos? No, porque parte de la comprensión de la mente de la ecología.

Es así que, con la biosemiótica, comenzamos a hollar una tierra de promisión.
Reconozco que me enteré de esta prometedora, y ya real, cierta, verdadera, actual, disciplina, prácticamente con el estreno de la película, con lo cual no hay en ella ninguna mención a esto que ahora comento.
De todos modos fue una agradable sensación, algo así como un insight, o algo así como el deja vú que advierte a Neo de que en realidad está en la Matrix, fue una gradable sensación, decía, constatar que la misma película hecha con inocencia de la existencia de esta ciencia que en seguida te reseñaré, estaba haciéndose cargo de los mismos presupuestos que alumbraron a ese saber por ese entonces por nosotros ignorado. Pasé por alto tontamente la posibilidad de esta ciencia, pese que ya era asiduo lector y relector del Maestro de este blog.

La biosemiótica se aplica a descubrir que tras el espejismo de que las relaciones de la mujer y el hombre con los animales se sustentan tan sólo en la fuerza y la coerción, siempre se escondió (o mejor dicho, ¡nosotros mismos nos lo escondimos!) el proceso interpretativo mediante el cual el animal daba su respuesta.
En el caso de los equinos, por ejemplo, podemos tener un reconocimiento a la mano de esto, en la exitosa doma racional, que deja de lado las vejaciones a que por siglos hemos sometido a tan nobles animales.

pau dijo...

Oh... Diós!!!