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Aimé Bompland fue el primer científico moderno en estudiar la yerba, su cultivo y producción.
Amante del mate, vivió la mitad de su vida en la tierra colorada, donde crece el Ilex Paraguariensis; francés, refinado e inteligente, se identificó hasta la médula con la forma de ser, el ñande recó del litoral. Su legado "quedó librado al torbellino de acontecimientos que sucedió a 1810" llamado la Argentina, un país que redescubrió el secreto de la germinación de la semilla de caá, "la planta" guaraní, recién un siglo más tarde que él lo hiciera en 1817.
Bompland, que había estado reunido con el mismísimo Napoleón Bonaparte en sus últimas horas como Emperador, comprometió su vida en los conflictos de nuestra región a la que adoptó como propia. Cuatro años permaneció aburrido en Buenos Aires sin que el gobierno le diera respuestas sobre el proyecto que lo había traido a estas playas de barro: fundar el primer jardín botánico de Sudamérica. Luego se aventuró a las Misiones para caer prisionero del Dictador Supremo del Paraguay por nueve años. Luego quiso instalarse en el Brasil pero huyó horrorizado de los brutales fazendados. Finalmente, fue esquilmado y arruinado por las fuerzas de Rosas y Urquiza después de la batalla de Pago Largo, por colaborar con sus archienemigos: los correntinos. Se casó dos veces en América; tuvo dos hijos en Paraguay y dos en Corrientes.
Durante todo ese tiempo siguió clasificando plantas y remitiendo sus trabajos a la Academia de Ciencias de París de forma infatigable, continuando así con una colosal obra de catalogación botánica que había comenzado en una famosísíma expedición al Orinoco que hiciera con su entrañable amigo Alexander von Humboldt durante el cambio de siglo.
Imagen: Boceto para retrato homenaje, hecho por un servidor con collage de grabados antiguos para el Proyecto editorial Caá Porã, el espíritu de la Yerba Mate.